Anónimo. MURCIA

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“Todo comenzó una fría tarde de invierno, recibo una llamada al móvil (jamás pude imaginar lo que me iba a deparar aquella tarde) de una cuñada mía. En la llamada me comenta que una amiga suya tiene problemas con el ordenador y que su hija está preocupada por los virus que este pueda tener, me da el número de su amiga, la llamo y me dice que está trabajando, que vaya a su casa que su hija está allí y ella es la que “sabe trastearle” al ordenador. Yo acepto y voy hacia su casa.

Cuando llego, me abre la puerta una chiquilla de unos 13 años, me dice que me estaba esperando que ya ha hablado con su madre. Pasamos al despachillo donde tienen el PC, le instalo un antivirus  free le explico cómo va todo y la chiquilla va asintiendo como que lo entiende, pero la noto extraña, quizás triste. De repente sin esperarlo comienza a llorar a lagrima abierta, yo medio paralizado por la situación le pregunto que qué le pasa y la chiquilla  me abraza y se engancha a mi cuello a llorar (aún me pregunto por qué, no se supongo que vio en mi una persona buena y de confianza) cuando conseguí que dejase de llorar, le comenté que si no me lo contaba no la podría ayudar.

Ella respiró hondo y empezó a decirme que había conocido una persona a través de un chat , que pensaba que era de su edad, y que le había pasado unas fotos de ella.

¡¡El muy cerdo la estaba chantajeando!! Era mayor, de unos 40 y un verdadero "hijo de puta" de los que nunca debieron nacer.

Recopilé todas las pruebas posibles,  a la pobre chica le dije que no se preocupase y que confiase en sus padres, ellos la ayudarían.

Por supuesto denunciamos a la policía el caso, pero tal era mi rabia que antes quedé con el cerdo haciéndome pasar por ella.

Ahora tenemos dos juicios, uno por grooming y acoso a una menor y otro por la paliza que le pegué al individuo, sí, encima me denuncio él a mí.”